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Juventud Causa, Adultez Consecuencia Printable Version PRINTABLE VERSION
by Miguel Andrés Aravena Cofré, Chile Nov 14, 2006
Education , Culture , Health   Opinions

  


No crean que escribo todo esto con persistente y mal intencionado auspicio. No soy profeta. Digo, en forma de consuelo, que son mil y unas las posibilidades de nuestras vidas, mil una son las posibilidades que me equivoque. Pero, como dijo alguien, algo me huele mal en toda esta historia. Siento venir una construcción débil, algo como una Torre de Babel que no sabremos llevar a destino. O algo como el cuento de los tres chanchitos, nuestras vidas se construirán sobre material ligero; no habrá un cemento mezclado con sentimientos y virtudes, eso nos hará tambalear y ponernos viejos. Pero como dice el cuento había un tercer cerdo que hizo su casa de ladrillos y cemento, le dio mucho trabajo y malos ratos. Pero al momento de sucumbir frente al viento que hizo soplar el lobo, resistió. Tengo fe en aquellos que harán sus vidas más fuertes, sus pilares más firmes y podrán albergar a otros cuyas vidas hayan naufragado en el éxtasis de algo que nunca fue.

En estos tiempos donde no nos escuchamos, donde habitamos mezquinos, donde la vida se nos pasa y nos quedamos al lado del camino, prefiero yo intentar luchar contra todo lo que me es esquivo, perseguir algo y tropezar si fuese necesario, retrasarme para descansar un minuto y ver a otros, corriendo a lo lejos, como me dejan el camino despejado. Espero permitirme ese placer de las cosas simples: las sonrisas inesperadas, unas manos suaves, el viento en la cara, la estrellas noctámbulas, las noches de verano descalzo, el invierno con una rica taza de café, el trabajo dedicado, un cigarro sin apuro, un beso sin motivo (esto último me recuerda a Miguelo, personaje de un cuento de Fuguet).

Aquí termino y nos los abrumo más. Tengo fe, como ya dije, en aquellos que queremos hacer algo distinto. Pero saben de quién espero mucho más, de nuestros hijos. Ellos comprenderán el martirio de nuestras vidas, lo roñoso de los años trabajados, creerán poder cambiarlo y, sin duda, lo harán. Estarán tan preparados como nosotros pero no se olvidarán que también hay que dejar, cuando sea necesario, escaparse con los sueños, reinventarse entre los colores poco claros de la vida. Como lo dije hoy en clases de filosofía: “Sabrán distinguir que la vida no se camina sobre una montaña árida en medio de una tormenta, donde no queda otra cosa que escalar y esperar llegar a la cima; la vida es, en cambio, más serena y frágil. La vida es como un valle plano y tupido, donde hay que caminar lento para poder encontrarse con lo bello de él, con sus ríos y animales, con su luna y con su sol”.





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Miguel Andrés Aravena Cofré


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