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Soja con soja no es comida de zonzos Printable Version PRINTABLE VERSION
by zutique, Argentina Apr 27, 2006
Health , Poverty , Human Rights   Opinions
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Soja con soja no es comida de zonzos Cuando éramos niños e íbamos a la escuela aprendíamos de memoria muchas frases que en ese momento carecían de sentido, pero que terminaban siendo un cliché de nuestra vida. “Belgrano creó la bandera”, “San Martín cruzó la cordillera de Los Andes” o hasta el mismísimo Himno Nacional el cual cantábamos “oidelruidoderotascadenaslibertalibertalibertaaaaa”. ¡No teníamos ni idea de lo que decíamos!

De todas formas la más escuchada, al menos por mis pagos, era “Argentina es el granero del mundo”. Para que se den una idea, yo me críe en el barrio de Flores, lo más parecido a un granero que hay en Flores es una dietética que tiene una vecina en la otra cuadra. Cuando escuchaba esa frasecita, asociaba granero con gallinero y, tan citadino como todavía soy, no entendía nada de lo que estaban hablando.

Luego me enteraría de que esa frase trillada provenía del modelo agropecuario exportador, por el cual, explicado a gigantescos rasgos, nuestro país vendía materias primas a Europa a cambio de manufacturas y de capitales.

Más de un siglo después, Argentina no ha dejado de producir materias primas, pero ha adoptado una forma de plantación y cosecha conocida como monocultivo, especialmente con la soja transgénica, muy discutida por sus consecuencias en el suelo y también por sus efectos sociales. Las semillas de esta soja están alteradas genéticamente de tal forma que se vuelven resistentes al herbicida Gilifosato.

El Gilifosato es producido por la multinacional norteamericana Monsanto y conocido por ser pulverizado por vía aérea en las selvas colombianas por la policía de este mismo país, con el objetivo de combatir los cultivos ilícitos de coca. Aborígenes que viven en las selvas y campesinos han denunciado sufrir a raíz de este herbicida muchos daños físicos, naturales y materiales.
Monsanto también produce, comercializa y distribuye la semilla de soja alterada genéticamente.

Un negocio redondo. La soja transgénica en nuestro país constituye casi la mitad de la cosecha total, estimada este año en unas 70 millones de toneladas.
¿Pero a qué precio? ¿Inmensos territorios vaciados de sus poblaciones rurales, cientos de pueblos en estado de extinción, cuatrocientos mil pequeños productores arruinados y muchos más endeudados con los bancos debido a la incorporación de nuevos paquetes tecnológicos con gran dependencia de insumos, semilla y herbicidas y carísimas maquinarias de siembra directa? Todo esto en nombre de la productividad.

En donde antes había sorgo, maíz o trigo, ahora hay sólo soja. No somos más el granero del mundo.

Si bien la transgenia es un grave problema en sí, lo más grave del cultivo de la soja alterada genéticamente, es su sistema de cultivo y la poco conocida acción del monocultivo continuado de soja sobre la fertilidad de los suelos donde se la cultiva.

El sistema de cultivo de la soja, que la hace tan rentable, se centra en que la misma es implantada mediante un sistema denominado siembra directa. No se rotura el suelo, sino que sobre los rastrojos del cultivo anterior, previa aplicación del herbicida que nombramos antes, se siembra soja alterada genéticamente, mediante un equipo de siembra de alta potencia apto para sembrar sin roturar.

Pasados ya casi diez años desde que estas plantaciones inundaron nuestra pampa, la situación ha producido una desertificación biológica de los suelos argentinos y parecería que se está desarrollando un inmenso proceso de devastación, erosión y desertificación de los suelos sometidos al sistema de siembra directa y cultivo de soja.

La no roturación del suelo terminó produciendo compactación, acumulación excesiva de residuos orgánicos que no pueden ser mineralizados y disminución de la temperatura del suelo. El uso continuo de herbicida destruye la vida bacteriana del suelo permitiendo la proliferación de hongos que modifican la química de la mineralización de la materia orgánica, destruyendo la fertilidad natural de nuestros suelos.

Las gaviotas y otras aves desaparecen por la ausencia de roturación, lo mismo que las liebres, por envenenamiento y ausencia de rastrojo verde, las perdices ponen huevos estériles, las lombrices (de fundamental acción benéfica para el suelo) son destruidas por el uso masivo de agroquímicos. Este sistema devasta la biodiversidad del ecosistema agrícola.

Pero el uso continuado de herbicidas e insecticidas, produce también la aparición de súper-malezas resistentes a dicho herbicida, lo cual obliga a aumentar las dosis del mismo y cuando esto ya no es posible, a utilizar otros pesticidas y productos altamente tóxicos y contaminantes del suelo y las napas de agua.

El sistema de producción en la Argentina está tan fuera de control que las pulverizaciones aéreas con estos productos de altísima peligrosidad, han destruido los cultivos hortícolas, los cinturones verdes que rodeaban ciudades y pueblos, las producciones apícolas, los montes frutales y forestales, produciendo pueblos fantasmas y causando la emigración masiva de pequeños productores a las villas de emergencia de las grandes ciudades y una inaudita concentración de la tierra.





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