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La boda Printable Version PRINTABLE VERSION
by Andrea Arzaba, Mexico Oct 28, 2008
Culture   Short Stories
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La boda Ya tenía varios días desde que me sentía cansada, harta. Pero no era del trabajo que tenía que hacer o los deberes que mi madre me dejaba en la casa, como lavar los platos o ir por agua al río todas las mañanas, si no que simplemente ya no me gustaba como vivía.

Cuando comencé a preguntarme cómo sería la vida de mi familia sin que yo estuviera aquí fue hace ya más de dos meses, una de esas noches en las que mi papá llegaba apestando a pulque, tambaleándose todo a altas horas de la madrugada, ya casi cuando la jornada debe de comenzar. Recuerdo que escuché gritos mientras y me tapé los oídos. Una vez intenté entrar en la pelea, hace algunos años.

Mi mamá estaba ya en el suelo, junto al pequeño comal que tenemos en la cocina, pero justo cuando hablé ella me dijo que me fuera, que eso no era mi asunto. Fue entonces cuando decidí nunca más acercarme a ellos a la hora de las peleas por las noches, aunque nunca entendí por qué ella se dejaba. Creo que con los años uno se va dando cuenta de que a veces es mejor callar que seguir enemistándose, así todo termina más rápido.

Hace tres semanas que vino Miguel a pedir mi mano. Yo no sabía que iba a venir porque sólo lo había visto una vez en mi vida, en mi primera comunión dice mi padre, porque en realidad yo ni lo recuerdo.

Miguel es un hombre que antes trabajaba con mi papá, es más grande que yo, me lleva más de diez años, pero tiene varias milpas alrededor del pueblo.

Creo que eso nos conviene a toda la familia, aunque debo aceptar que Juan sigue estando en mi mente todos los días.

Juan es el hermano de mi mejor amiga, Erandi. Pero mi familia no lo conoce porque mi papá se enoja si llevo a hombres a la casa, dice que sólo estoy perdiendo el tiempo y que en una de esas me va mal y me embarazo y me saca de la casa.

No creo que estuviera tan mal que me sacara de la casa, nada más que con un niño estaría muy difícil toda la situación. Un día le dije a Juan que me gustaba, unos días antes de que viniera Miguel, y él me dio un beso.

Después le dije que Miguel había venido y que me iba a casar porque mis papas querían las milpas y me decían que esta era mi única oportunidad para casarme y tener una familia. Juan se enojó conmigo y me dijo que él también me quería, que nos podíamos escapar e irnos a la casa de su tía que esta a unas horas de aquí.

Yo le dije que no, aunque esa idea era la que más me gustaba. Desde ahí no he visto mucho tiempo a Juan por las tardes, sólo muy temprano cuando voy por agua para la casa al río. Él me sigue insistiendo, y la última vez le dije que lo iba a pensar. Me volvió a dar un beso y sentí que volaba.

Pasaron los días hasta que por fin acepté casarme. Mi familia recibió la noticia con gran emoción y las invitaciones de la boda fueron repartidas a todo el pueblo. Miguel vino a visitarme una vez más con mi papá.

Ya era de noche y los dos venían un poco tomados. No me gustó eso, pero no dije nada. Sólo le di las buenas noches y regresé a mi cama.

Escuchaba las carcajadas de los dos desde mi cuarto. Yo no quería eso para mi, pero no había otra forma de complacer a la familia. Y la familia es lo más importante que se tiene, además si no aceptaba casarme mi papá reprendería a mi mamá. Él siempre le dice que ella sólo me esta dando malos consejos. Yo no quiero que le pegue a mi mamá. Lo único que yo sabía era que entre más pronto me fuera de mi casa sería mejor.

Un día antes de la boda toda la familia estaba vuelta loca. El vestido me lo había regalado mi madrina, la comida la llevaban preparando mis tías desde hacía días y la lona en donde sería la fiesta ya estaba puesta.

Mi papá había invitado a todo el pueblo, aunque en realidad no sabía cómo iba a pagar todo eso. Mi madre por el otro lado no decía nada, ella sabía que yo no quería a Miguel, pero lo único que hacía era sobarme la cabeza diciéndome que tenía que ser una mujer muy fuerte, que las esposas le aguantan todo a los maridos hasta la muerte. Eso no me gustaba nada, pero prefería quedarme callada.

Todo ese día me la pasé triste, pensando en Juan. Y me remordía que él estuviera tomando con sus amigos, como me lo había dicho ya Erandi, ella me decía que él también estaba muy triste y que se emborrachaba por despecho. Erandi era la única que sabía de mis penas y la única que me veía llorar.

Me consolaba diciéndome que ella siempre estaría conmigo, no importaba lo que pasara. Yo confiaba mucho en ella, era como mi hermana. Ese mismo día en la madrugada, cuando todos dormían, Erandi vino a la casa. Yo sabía que era ella ya que cuando éramos niñas solíamos jugar en la noche a las escondidillas con los demás niños del pueblo, cuando nuestros papás estaban dormidos.

Erandi daba pocos toquidos fuertes a mi ventana y yo me despertaba muy rápido, aunque debo aceptar que siempre tuve miedo de que mi papá viera lo que hacíamos y me pegara.





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Andrea Arzaba


Me encanta la escritura....creo que es una forma maravillosa de crear arte. Amo la literatura y me encantaría ejercer éste oficio tan noble en la vida.
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