by Brenda Ibette Alvarez Alvarez
Published on: Mar 28, 2008
Topic:
Type: Interviews

“Esta experiencia me ha servido como punto de reflexión sobre las diversas realidades y situaciones que tienen que enfrentar los niños y adolescentes de nuestro país; también me ha permitido conocer mas a fondo la historia que cargan los niños, al saber sus nombres y apellidos ya dejaron de ser las estadísticas que uno siempre escucha en los medios de comunicación”

Lisberlith Aguilar Bobadilla
Voluntaria Bartolomé de las Casas
Chiclayo- 2007


El Perú como muchos países de Latinoamérica enfrenta crisis no solo económicas, sociales y políticas, sino también humanas, referidas estas últimas a la insensibilidad de los unos a los otros ante los problemas que la mayoría de las poblaciones de nuestros países enfrenta, como es la marcada desigualdad social y en estos últimos años el aumento de estas desigualdades resultado de la aplicación de un sistema político y económico opresor, haciendo de dicha condición un estado de normalidad.

En Perú las desigualdades y diversidades abundan, siendo la diversidad una de nuestras riquezas más preciadas, tanto la multiculturalidad, el multilinguísmo, la diversidad geográfica; en algunas oportunidades son factores de desigualdad. Esto debido a la forma de organización y planteamiento político del Estado que pese a la voluntad de cambiar su vocación centralista no logra en la práctica incluir a las poblaciones alejadas de sus costas, como lo son las poblaciones de selva, sierra y altiplano. Estas diversidades sumadas a las desigualdades sociales en cuanto a la distribución de la riqueza traducida en pobreza y pobreza extrema nos dejan un panorama desolador donde las niñas y niños dejan de serlo para convertirse en hombres, dejando sus juegos para trabajar, abandonando sus libros y cuentos para ingresar a una Universidad donde el examen de admisión es la pobreza.

Es en estas circunstancias es que muchos seres humanos renuncian a la desesperanza, a seguir pensando que la pobreza es un condición de vida normal, dejando de lado el pensamiento individualista que el neoliberalismo implanta en las mentes de todos los que dentro de este subsistimos; es decir yendo contra la corriente.

Una de las instituciones más importantes del país que agrupa y cree en el potencial de los Jóvenes para fomentar el cambio, es el Instituto Bartolomé de las Casas, siendo este una asociación civil sin fines de lucro, fundada en 1974 por el Teólogo Gustavo Gutiérrez, con el fin de contribuir al proceso de liberación integral y desarrollo humano en el Perú desde la perspectiva cristiana de la opción preferencial por los pobres.

El IBC – que para cuestiones prácticas denominare de esa forma- propone responder con una propuesta integral a las necesidades de formación de comunidades cristianas, organizaciones sociales, universitarios/universitarias y los y las jóvenes profesionales para que puedan contribuir mejor, desde sus respectivos ámbitos, a democratizar el país y a impulsar un proceso de desarrollo que incluya a todos los peruanos promoviendo el encuentro entre diferentes, la cultura de la concertación y el consenso, así como impulsar iniciativas solidarias tendiendo puentes entre diversos grupos sociales y culturales del país.

Dentro de sus programas el que hoy me convoca a escribir sobre el IBC, es el programa “Tendiendo puentes de Solidaridad”, el cual alberga al Voluntariado Universitario Nacional para el desarrollo. Llevándose, este voluntariado busca contribuir a la construcción de una sociedad más solidaria, justa y democrática a partir de diferentes iniciativas relacionadas a temas como derechos humanos, ciudadanía, participación, entre otros; teniendo siempre en cuenta las aspiraciones y perspectivas de los más pobres.

La realización de este voluntariado es mediante equipos de estudiantes Universitarios de los últimos ciclos o recién egresados que brindan un servicio gratuito en zonas rurales y urbano marginales de todo el país, en lo posible acorde con los conocimientos adquiridos en sus carreras. Las y los estudiantes son convocados en sus centros de estudios por el IBC, los que acuden al llamado pasan por diferentes periodos; siendo preparados en reuniones de compartir entre ellos y ellas donde se trabajan temas que puedan brindarles algunas perspectivas a ser tomadas en cuenta para el voluntariado que realizaran.

Luego los y las voluntarias son delegados a diversas zonas del país donde permanecerán alrededor de dos meses realizando tareas diversas o afines a su formación profesional en cooperación con personas u organizaciones locales.

En esta experiencia los y las jóvenes se enfrentan a distintas realidades que las suyas donde la pobreza toma un cuerpo, tiene un rostro y nombre, siendo sus manos tan importantes que cual portadores de alguna señal divina, llevan noticias de esperanza. En tan poco tiempo estos voluntarios logran no solo modificar de alguna manera las realidades a las que se insertan sino también sus perspectivas en cuanto a su formación profesional sin embargo ello no queda allí; pues a través de su trabajo no remunerado con una recompensa dineraria dan fe de que un mundo mejor sí es posible, construyendo este en base del trabajo comunitario.

Si bien es cierto muchos y muchas perdieron las ganas y la voluntad de lograr una transformación, mas estos y estas universitarias demuestran todo lo contrario, pues creen que los cambios se construyen a partir del trabajo de hormiga, iniciando el camino no solo a una reestructuración social sino a una educación para la toma de conciencia de otras realidades, siendo artífices claves del cambio, siendo voceros tácitos de un susurro que poco a poco terminara en voz.

« return.