by Laura Müller
Published on: Nov 23, 2007
Topic:
Type: Short Stories

RULETA URBANA

Ni muy muy ni tan tan.

Septiembre 2001: Mi avión partía el día 14 de septiembre, cancelaron el vuelo después del atentado a las torres gemelas y movieron mi vuelo para el día 17, salía de El Paso, Texas rumbo a Atlanta, el operativo de seguridad en el aeropuerto era estresante, se sentía tensión y miedo en el ambiente, la seguridad era enfermiza, tenías que vaciar la maleta para ser revisada y pasar casi encuerado por los sensores de metal.

Al llegar mi turno y pasar por el detector este comenzó a sonar, los guardias se acercaron y un grupo de personas curiosas se aproximaron a ver qué sucedía, en esos días cualquiera era considerado terrorista. Me pidieron que me quitara el cinto y los calcetines pues los zapatos ya me los habían pedido al pasar la maleta por el detector.

Volví a pasar por el sensor y de nuevo sonó, con la tensión que se vivía a apenas días de los ataques a EE.UU la experiencia no era nada agradable, hablaron por radio y llegaron otros tres guardias, tenía más de seis guardias a mi alrededor y me empezaba a asustar, ya no traía aretes, calcetines, cinto, zapatos, pulsera ni reloj, ya empezaba a pensar que me tendría que desnudar ahí. Se acercó una mujer policía con un aparato en las manos, me pidió que extendiera las piernas y brazos y comenzó a pasar el aparato por todo mi cuerpo, primero por la espalda y después por el frente, el nerviosismo crecía al igual que los fisgones y para ese momento ya estaba llegando al pánico, aunque digan que el que nada debe nada teme, la presión y los espectadores me estaban consumiendo, cuando pasó el sensor por mis brazos estirados, al llegar al medio el detector se volvió loco y comenzó a emitir un agudo sonido, era la varilla de mi brassier lo que hizo sonar el aparato, ante el estrés los guardias de seguridad soltaron la carcajada al igual que la bola de curiosos y yo me puse mas roja que una langosta recién sacada de la olla. Tomé mis cosas y jamás volví a usar un brassier de esa marca.

Creo que esa experiencia me sirvió de vacuna contra la vergüenza.

Aunque Julio dice que el conoce otra vacuna contra la vergüenza, menos embarazosa la cual denomina (exceso de alcohol) el controlar el sentimiento de vergüenza es una gran hazaña, hay personas a las que les da vergüenza hasta pedir el baño y otras como yo que hemos sufrido extravagantes situaciones bochornosas que nos han convertido en seres menos susceptibles a la “vergüenza”, lo que ha ocasionado que mi madre se complazca al llamarme “sinvergüenza”.

Según la real academia española, la vergüenza es la turbación del ánimo que suele encender el color del rostro, ocasionada por alguna falta cometida o por alguna acción deshonrosa y humillante, propia o ajena. De ahí pues deduzco que no soy tan desvergonzada pues mi rostro sufre un sin fin de tonalidades rojas cada vez que cometo alguna falta.

Creo que podríamos analizar la vergüenza desde dos ángulos:
La vergüenza por el miedo: a exponerte, a equivocarte, al rechazo, a ser criticado, ser objeto de burla, de murmullo y chismes, de ahí la vergüenza se convierte en un estorbo en tu proceso de superación, así pues, debes analizar tus conductas y darte cuenta que la vergüenza y el miedo no te llevan a ningún lugar, muy por el contrario te frenan y no te dejan crecer, que total, no tiene caso vivir para darle gusto a los demás, siempre va haber alguien a quien no le guste lo que haces, puede ser por realidad o mera envidia, pero la verdadera satisfacción te la debes a ti mismo, a salir adelante, a romper con el karma y atreverte hacer cosas nuevas aunque tengas que sufrir “vergüenza” o cambiar de marca de brassier.

Ahora, analizando la vergüenza desde otro punto de vista. Aristóteles la mencionaba como el sentimiento que reprime el impulso a violar las leyes y frenar la voluntad de la corrupción. Para Aristóteles la vergüenza y el rubor era indicios inequívocos de la presencia del sentimiento ético (así que pobre del que se atreva a burlarse de mi tono escarlata ante situaciones embarazosas). Y aquí caben los sinvergüenzas y por supuesto que todos sabemos de la presencia de mas de uno en el plano nacional.

Los sinvergüenzas son personas que al salir impunes de lo ilícito en variadas ocasiones y con un alto sentido de superioridad y descaro llegan a perder la propia dignidad importándoles absolutamente madres (una disculpa a los puritanos del lenguaje soy desvergonzada en este sentido) a quienes puedan afectar o lo que lleguen a pensar de ellos. Así pues, he llegado a la conclusión de que en lo que respecta a la vergüenza mas vale no ser: “ni muy muy, ni tan tan”.


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