Arde en llamaradas de fuego al comparar sus palabras con la simplicidad de un anillo.
Borboteante el corazón responde con una pregunta: ¿Qué me queda por decirte?
Reprueba mi alma y aclara que todo falta por decir.
Recuerdo que te he hablado...
... de tus ojos fijos, serenos, insondables,
de tu risa cadenciosa, sosegada e impostergable,
de tus labios tiernos, deseosos y audaces,
de tu pecho esbelto, fecundo, eterno,
de tu corazón inmenso, liviano y diligente,
de tu alma pura, aérea y sempiterna...
¿Y bien? Lanzó un suspiro doloroso porque no vislumbro la respuesta y al ahondarme a pasos agigantados en la desesperación, me detengo a recordar si alguna vez te he hablado...
...del vibrar intenso que produce tu mirada furtiva al bordear mi cuerpo,
del gran revoloteo de tu sonrisa en mi alma,
de las puertas que se abren en el firmamento cuando me besas,
de la enmohecida fragilidad que avivas cuando entre tus brazos me guardas,
de esa calidez que absuelve mi yerro cuando sin vacilar tu corazón palpita,
del brillar distante e interminable que es adalid de tu alma, cuando presencias tranquilo el nacimiento y el eclipse de cada uno de mis días.
Rosa Montero Torres
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